Friday, April 16, 2010

EVITANDO CAER EN LA IMMORALIDAD SEXUAL (2)


UN PLAN DIVINO QUE TODOS DEBEMOS CONOCER
Las relaciones sexuales fueron diseñadas por Dios para el desarrollo de la familia, la propagación de la raza humana y para el placer, ignorar este plan divino para la vida matrimonial produce serias consecuencias en la relación conyugal.

No importa cuán ingenioso sea el plan humano para la vida conyugal, nunca funcionará si no se basa en la intención del Creador. No existe duda de la intención de Dios de que mediante la relación sexual entre un hombre y una mujer con un compromiso para toda la vida, se propague la raza humana en un contexto de familia. No hay dudas de que Dios quiso que ese encuentro de procreación se caracterizara por ser una experiencia placentera y hermosa.
Observe Génesis 4:1 donde dice que Adán conoció a su mujer Eva. La palabra conocer describe la primera relación sexual. Producto de esta relación Eva concibió y dio a luz a Caín. Es importante lo que ella declara: Por voluntad del Señor he adquirido varón. Esta declaración certifica que el acto sexual del hombre y la mujer era el instrumento elegido por la voluntad de Dios para traer al mundo un varón. Fue Dios el que soberanamente estableció que las relaciones sexuales fueran el método de reproducción.

No es voluntad de Dios que un hombre comience a diseminar hijos producto de su unión con cualquier mujer que le dé la oportunidad o con cualquier mujer que sienta pasión. Aunque en el inicio permitió las relaciones sexuales entre familiares para continuar la propagación de la raza humana, posteriormente, cuando se cumplió el propósito, Dios las prohibió. Dios quiso que las relaciones sexuales produjeran hijos que fueran criados por un padre y una madre. Al inicio de la primera relación matrimonial Dios dice: “dejará el hombre a padre y a su madre”. Esto significa que debe comenzar una nueva familia bajo su responsabilidad, luego de que él mismo se formó en su núcleo familiar. Luego agrega: “y se unirá a su mujer”. No dice que se unirá a cualquier mujer, o que él y una mujer al azar “serán una sola carne”, ni que tendrá hijos con una mujer cualquiera o tendrá relaciones sexuales con quien sea y sin responsabilidad de iniciar una familia. Dios determinó que existiera una relación matrimonial que se inicia cuando la pareja se separa de sus respectivos padres, lo cual se basa en el compromiso de estar unidos hasta la muerte, y determinado por el concepto de vivir en unidad y plena intimidad.
Para apoyar la declaración de que Dios creo el sexo también para el placer, debemos estudiar en la Biblia el libro de Cantar de los Cantares. Este pequeño libro describe el placer sexual que se experimenta en la vida conyugal. Dios determinó que existieran las sensaciones, lo diseñó para que existiera el placer. Con absoluta seguridad podemos determinar que según el consejo bíblico el placer sexual no es pecado cuando se realiza conforme al plan divino; cuando esta relación íntima se lleva a cabo dentro del matrimonio y conforme a los principios de Dios. Tampoco las palabras del proverbista están equivocadas, más bien nos presentan con claridad mandamientos específicos con respecto a la relación de un hombre con su esposa. Estas palabras dirigidas al hombre dicen: “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como sierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre” (Proverbios 5:18-19).
Dios ordenó el matrimonio para que en él, el hombre y la mujer encuentren satisfacción a sus necesidades físicas y emocionales. Es un grave error creer que el sexo es un fin en sí mismo, pues lo que sí es evidente es que solamente es un medio para lograr fines loables. Si el acto sexual es la consecuencia de una buena comunicación y de una relación integral de una pareja unida en matrimonio, ha cumplido con el propósito divino, de lo contrario se convierte simplemente en un acto carnal. Si la relación sexual no se fundamenta sobre la base del amor y del aprecio, si su cimiento no es una buena comunicación, indudablemente sólo se convertirá en un acto carnal, no en un acto de placer integral. Cuando las relaciones sexuales funcionan adecuadamente, bajo los términos escritúrales y supliendo las necesidades de ambos cónyuges, se establece un nexo tan firme que puede hacer que el matrimonio sea lo suficientemente fuerte como para permanecer.
Lo más importante en las relaciones sexuales en el matrimonio es que la pareja aprenda lo imprescindible que es el respeto de los valores y los sentimientos de la persona amada, y que aprendan en unidad el arte de satisfacerse mutuamente.
Por otra parte, hay quienes por tener convicciones obtenidas por una interpretación incorrecta o incompleta de las Escritura creen que el sexo es algo pecaminoso y que debe evitarse. En la Biblia no encontramos ningún llamado a pecar. El llamado es a abstenerse de lo pecaminoso. Si el apóstol exhorta a los casados a no abstenerse de las relaciones sexuales, obviamente el sexo no es pecaminoso. Usted puede estudiar la veracidad de estas declaraciones y examinar estas afirmaciones si estudia el claro mandato del apóstol Pablo que aparece en 1 Corintios 7:5. Pablo habla sobre las relaciones sexuales dentro del matrimonio y en ese contexto dice: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
Si analizamos la enseñanza literal de éste versículo, llegaremos a algunas sencillas, pero evidentes conclusiones. En la declaración que dice “No os neguéis” existe una clara prohibición. Los cónyuges no deben negarse a tener relaciones sexuales a menos que existan elementos pecaminosos que deban rechazarse. Un cónyuge puede negarse en caso de enfermedad. Sin embargo, en circunstancias normales, la única excepción es el llegar a un acuerdo que obviamente requiere el consentimiento mutuo y en el cual debe existir un propósito espiritual legítimo. Quienes rechazan tener relaciones sexuales regulares en su matrimonio abren la puerta para que Satanás entre con sus tentaciones y motive a alguna caída en adulterio que atente contra la continuidad del matrimonio conforme al deseo divino.
No hay dudas en las escrituras. Las relaciones sexuales son un diseño divino para que mediante ellas tengamos hijos de forma placentera y dentro de la vida de familia, con un compromiso de amor, respeto y fidelidad hasta la muerte.

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